En De la Tierra a la Luna dejamos a nuestros simpáticos personajes metidos en una gigantesca bala de cañón rumbo a la Luna. Verne no quiso dejarnos con la duda —sino con la inquietud— sobre el destino de sus personajes, y escribió esta novela donde se dilata y concluye la aventura.
El proyectil, dotado de todas las comodidades de la época, siguió su curso, no sin ciertos percances debidos a la ausencia de gravedad, que luego han resultado sorprendentemente reales. Cómo lograron llegar, ver y volver, es el secreto que el autor reserva a los lectores, encantados con esta peripecia. Pocas veces Verne consiguió personajes tan entrañables como éstos.